De entre los elementos más significativos que de la medina nazarí está la Alcaicería, cuya actividad de mercado de las sedas, se había mantenido hasta bien entrado el siglo XIX, momento en el que alterna dicha actividad con otras actividades mercantiles, cuyos ecos se pueden rastrear aún en el nombre de sus calles; sederos, pañeros, curtidores, zapateros…
La Alcaicería del siglo XIX, ya poco tenía que ver con la de Lalaig o Andrea Navagero. No obstante su morfología no debía de diferir notablemente de la hispanomusulmana. Su perímetro, se cerraba por una serie de puertas, que delimitaban el espacio, cuyo perímetro exterior está formado por casas y tiendas, cabalgadas unas encimas de otras a modo de cerca. El título de Real Sitio y Fuerte de la Alcaicería, hacía mención, precisamente a su vinculación con la Corona, que percibía las rentas devengadas de las actividades allí realizadas, lo que la hacía depender de la alcaidía de la Real Alhambra.
El veinte de julio de 1843, el recinto de la Alcaicería, sufrió un devastador incendio que destruyó buena parte de las tiendas que albergaba, marcando este hecho un antes y un después en la vida de este lugar, que nunca pudo recuperar la actividad anterior a este suceso, pese a los empeños que aceleraron la reconstrucción del recinto y sus tiendas, con una estética marcadamente neonazarí, primera manifestación del fenómeno alhambrista en la ciudad de Granada.